Por Javier Loaiza
El mundo se ha vuelto inestable, ya occidente no mantiene el poder de controlarlo. Hay una profunda ruptura del modelo de Estados-nación soberanos que ha durado cuatro siglos y luego de surgir de la Paz de Westfalia, que está estimulando el resurgir de discursos nacionalistas y populistas, que van a provocar una nueva era de inestabilidad política en el mundo.
Sigue el
auge de actores no estatales en mundo sin control en problemas como la
proliferación nuclear, flujos migratorios desbordados, colapsos de Estados y
democracias autoritarias.
Bobbio, ha
sostenido que la democracia representativa generó promesas que ha incumplido
pues, en vez de acercar el pueblo al poder y
el poder al pueblo, ha producido una enorme desconfianza en los políticos, pues las sociedades modernas
son cada vez más pluralistas, en las que aparecen muchos intereses que compiten
por ser representados, sin que exista voluntad general que ningún político
pueda representar, de una parte, y que
en democracia representativa no existe un mandato vinculante que obligue al representante
elegido a actuar de una manera determinada.
Una vez en su cargo, el político es
libre de decidir por sí solo en qué consiste el bien de la sociedad y qué
políticas pueden promoverlo. Adicionalmente, las nuevas tecnologías han
aumentado la velocidad con la que los ciudadanos transmiten sus diversas
demandas ante lo cual los políticos y gobernantes aparecen como incapaces e
ineptos.Recientes
estudios de las Universidad de Harvard[i]
y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT[ii],
muestran que, como reacción a la pérdida de soberanía y autonomía de los
Estados Nación, están surgiendo una serie de políticos y gobernantes que hacen
campañas populistas de corte nacionalista – independiente de que se muestren
como de izquierda o derecha-, afirmando que van a controlar el desorden y
devolver a la nación su brillo y poderío.
Para ello, desprecian y desbordan las
instituciones, concentran el poder, son intolerantes con la oposición y con los
medios de comunicación, desprecian el papel de los expertos, se vuelven
intransigentes con otros gobernantes y manejan las relaciones internacionales de
modo bastante personalista, entre otros aspectos, algunos de los cuales, si no
todos los hemos visto recientemente en América Latina entre los gobernantes del
llamado Socialismo Siglo Veintiuno.
Hay otro
grupo de analistas, autores e investigadores que ven la posibilidad de un mundo
cada vez más convulsionado durante los próximos diez a veinte años.
El
peligroso resurgir del nacionalismo hace recordar los funestos excesos nacionalistas
del siglo pasado, que entre el nazismo el fascismo y otras formas, representó
alrededor de 300 millones de muertos. Albert Einstein afirmó que “El
nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”.
Sin embargo,
de alguna manera tranquilizan los importantes cambios de la nueva era, pues hoy
hay una sociedad civil fuerte, una clase media deliberante y una capacidad de
comunicarse, conectarse y actuar, como no lo había a mitad del siglo 20, que
podrían ponerle freno y control a los desvaríos nacionalistas, populistas y
autocráticos que están tomando vuelo.
Paso a
desarrollar y profundizar un poco más el tema, confiando que sea un aporte y sirva
para entender cómo se está moviendo la política a nivel global, como por
ejemplo percibir algunos aspectos de afinidad entre Putin y Trump, e incluso
cavilar sobre posturas estratégicas consecuentes.
Hora gris para la democracia
Las crisis económicas
cada vez más complejas, un malestar contra la globalización en aumento, el
desafío de las olas migratorias, las élites desacreditas, la creciente
corrupción e incompetencia en el poder, entre otras, están estimulando fuerte
tendencia de apoyo popular a partidos y dirigentes que venden la idea de ser
capaces de contener el cambio. Partidos populistas de Europa controlan los
parlamentos en Suiza, Grecia, Italia, Polonia, Eslovaquia y Hungría, y hacen
parte, mediante alianzas, de gobiernos en Noruega, Finlandia y Lituania. El
presidente de Filipinas maneja una agenda populista nacionalista y, Trump
resultó electo en Estados Unidos con su propuesta de hacer grande a América
otra vez.
Los
populismos de cualquier color o tendencia política, exaltan la importancia de una
autoridad fuerte y decisiva, tienen enorme desdén por las instituciones. Por
ejemplo, Evo Morales, en Bolivia, reclamaba públicamente forma airada que los abogados
que tenía de asesores no eran para que le dijeran que no se podía hacer algo,
sino para que se inventaran la forma de lograrlo.
Ejemplos de
esas exageraciones, abusos de poder y maltrato los opositores han avanzado sin condenas
de la comunidad internacional. Casos como Hugo Chávez en Venezuela, Putin en
Rusia y Erdogan en Turquía, llegaron por la vía electoral apalancados en un descontento
generalizado, y una vez en poder, han socavado las instituciones, arrinconado
a la oposición y erosionado puestos
claves del poder en la justicia, seguridad, las fuerzas de policía y militares,
por vía de “incentivos” controlan a los sectores productivos y persiguiendo a
los opositores y, han sometido a los medios de comunicación aplicando censura; en
general, han desmantelado la ley y las costumbres democráticas.
En esas condiciones
terminan eliminando la política como espacio de la deliberación, y reduciéndola
a una maniquea polarización en que se privilegia el paradigma amigo/enemigo y
en “el que no está conmigo está contra mí”, facilitando el ejercicio del poder
bajo el paradigma propuesto por Perón “para mis amigos todo, para mis enemigos
ni justicia”, que luego fue matizado en la expresión de los dictadores latinoamericanos
de los setentas y ochentas que afirmaban olímpicamente “para mis amigos todo,
para mis enemigos la ley”
Entre 1946 y
1999, el 64% de las democracias fracasó por insurgencias golpistas. Según
varios analistas como, Andrea Kendall-Taylor, Erica Frantz y Joseph Wright, de
la prestigiosa revista Foreign Affairs, sostienen que, de seguir esta tendencia,
el autoritarismo populista será el nuevo combustible para las autocracias, en
tanto que los opositores actúan fragmentariamente.Entre 2000 y
2010, la proporción de autócratas aumentó al 75%, a lo que el prestigioso
profesor de Stanford, Larry Diamond, llama un auténtico déficit democrático.
La mayoría de veces llegaron con apoyo de un
partido y se hicieron muy eficaces en aplastar a los adversarios. Igual que en
Rusia, Turquía y Venezuela, habían hecho Perón en Argentina, Fujimori en Perú,
Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia y Correa en Ecuador, al igual ahora
hacen gobiernos autocráticos en Hungría Viktor Orban, y Jaroslaw Kaczynski en
Polonia, entre otros.Un estudio de
la Universidad Penn-State, en Pensilvania, Estados Unidos, ha concluido que las
nuevas democracias apenas se consolidan entre 17 y 20 años después de
establecidas, lo que explica el auge populista en los países ex Cortina de
Hierro y la ola populista posterior al establecimiento de democracias luego de
la era golpista en América Latina.
Otro estudio,
publicado por el Foro Económico Mundial, muestra cifras preocupantes donde se
indica que los jóvenes en los países desarrollados no creen en la democracia.
Se ha vuelto una tendencia sostenida a la baja en las instituciones
democráticas y los gobernantes en Suiza, Australia, Holanda, Estados Unidos,
Nueva Zelanda y Gran Bretaña[iii].
Se podría encontrar explicación para ello, en el concepto Post-verdad en boga desde hace diez años,
que explica cómo los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación
de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia
personal.
Así, le creen más a los cuentos y las opiniones que a los hechos.Si a esto se suman las redes sociales, se ha generado una explosión
mundial que amenaza con reescribir las reglas de cómo se toman decisiones en
política. Toffler decía que hay unas generaciones para escribir las reglas y
otras para seguirlas.
Se ha creado una avalancha que alimenta la idea de que el
mundo se volvió loco. Basta con un ‘tweet’, una foto adulterada, una afirmación
en Facebook, o un documento falso que circule en las redes, para que los
inventos se conviertan en hechos. Ya no es posible saber qué creer, ni a quién.
La soberanía del Estado-nación se desvanece, pues la
incompetencia estimula el miedo a perder beneficios. Richard Haas en su libro Un mundo en desorden, propone un “orden
mundial 2.0” que actualice las normas en relación con la soberanía y la
definición de una gran potencia, que controle los derechos soberanos y las
obligaciones del Estado con menor intervencionismo, a lo que llama una forma
multilateralismo pragmático. Al fin y al cabo, como dice el refranero popular,
pareciera pensar que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
Lo que
parece tranquilizador es que a mitad del siglo pasado no había esa fuerte clase
media global, interconectada y participante, que debería servir de muro de
contención a los desvaríos y extremos nacionalistas que puedan surgir.Y claro, los políticos para demostrar a los electores que ellos no
están en deuda con intereses de los poderosos inventan fórmulas populistas que
terminan reduciendo el bienestar económico general, aunque los votantes
racionales, que tratan de escoger un mal menor, optan por ellas porque son el
precio de distinguir entre diferentes tipos de políticos.
Los estudios de
Harvard afirman que "una vez que los líderes dejan de ser necesariamente
honestos, es posible que valga la pena contratar a los que son
incompetentes".Populistas de derecha y de izquierda, arremeten en
contra de la globalización y del estancamiento de los ingresos de la clase
media. El exministro de justicia del Reino Unido, Michael Grove, en medio del
debate sobre el Brexit, afirmó que los
ciudadanos británicos estaban hartos de los expertos".
Todo esto viene ocurriendo a pesar del hecho
irrefutable que, la democracia representativa moderna ha representado en el
mundo mayor libertad personal y prosperidad material que en cualquier otro
momento de su historia.
Los nuevos dictadores
Actualmente
los populistas, nacionalistas y autoritarios como Putin son omnipresentes por
los medios, como lo hace el gobernante ruso sobre los temas de Siria y Ucrania.
Igual que lo hizo Chávez en Venezuela durante trece años.
Actualmente
los populistas, nacionalistas y autoritarios como Putin son omnipresentes por
los medios, como lo hace el gobernante ruso sobre los temas de Siria y Ucrania.
Igual que lo hizo Chávez en Venezuela durante trece años.
En Turquía, Erdogan tras el fallido golpe, realiza una purga extrema y controla las
informaciones oficiales hasta que se vuelven verdad, la post-verdad.En China
llaman a Xi Jinping “el presidente de todo” por una acumulación de poder
superior a cualquier otro gobernante después de Mao Zedong, pues ha eliminado
la dirección colectiva del Estado. Hay gobiernos altamente personalizados como
en Bangladesh, Ecuador, Bolivia, Hungría y Polonia.Como ya se
dijo, hay un aumento creciente del personalismo en el mundo.
En 1988 los regímenes
personalistas representaban el 23% de todas las dictaduras, hoy el 40% de las
autocracias están gobernadas por dictadores, como explican Andrea Kendall-Taylor
y otros. Gobernantes infames y excéntricos dirigieron Libia como Muanmmar Gadaafi, y Mobutu
de Zaire.Después de
la segunda Guerra Mundial la mayoría de dictaduras fueron dirigidas por
partidos fuertes y centralizados como el Partido Revolucionario Institucional
PRI, en México o las juntas militares en América Latina en los años 1970 y
1980. Pero esta situación ha cambiado y ahora
el autoritarismo es ejercido de modo personalista y populista, a partir de un
origen electoral.
El estudio de
Penn-State afirma que las dictaduras personalistas tienden a producir los peores resultados de cualquier
tipo de régimen político, desarrollan políticas
exteriores arriesgadas y agresivas, tienen
mayor propensión al armamentismo y armas nucleares, luchan guerras contra la
democracia, y son más proclives a iniciar conflictos interestatales, como
Saddamm Hussein en Irak, Idi Amin en Uganda, Kim Jung-un en Corea del Norte.Son dados a
la expedición de políticas volátiles y erráticas como Putin, Chávez, Maduro, y
estimulan y atizan la idea de un sospechoso enemigo externo como Estados Unidos,
para movilizar el apoyo público.Son, además,
socios difíciles e impredecibles, pues por las restricciones que imponen a la
toma de decisiones, tienen a cambiar de opinión por capricho.
En Rusia aumenta
el personalismo y la agresión. Tienen estricto control de los medios de modo
que manejan la narrativa oficial de los eventos extranjeros, aplican la eliminación
de la competencia y establecen una mínima rendición de cuentas en sus acciones
de política exterior. En China hay las mismas tendencias. Una postura cada vez
más agresiva de Xi sobre el Mar del Sur de China.Los
regímenes personalistas son los más corruptos y menos propensos a la democracia,
detestan los medios independientes, y a los opositores.
Dependen de la
repartición de incentivos financieros a empresarios y políticos para mantenerse
en el poder, de clientelistas, se vuelven descaradamente corruptos e, incluso,
no tienen recato en aliarse con sectores mafiosos.Marcos en
Filipinas y Mobutu se robaron 5 billones en el poder. En Nicaragua, se estima
que Arnoldo Alemán se gastó arbitrariamente y se robó más de 2 mil millones de
dólares, casi un tercio del PIB, mientras que la familia de Ortega se
enriqueció manejando el dinero del petróleo que Chávez le regalaba y, que ahora
último, con un legislativo venal, lo convirtieron en deuda pública del Estado Nicaragüense.
El aumento
de la agitación mundial y las previsiones de inseguridad política y el terrorismo, sugieren que el mundo se vuelva más
turbulento en los próximos 10 a 20 años, según el informe de Foreign
Affairs[iv],
con grave aumento de niveles de
violencia, la desigualdad económica y la polarización, lo que estimularán más gobiernos personalistas, con una fuerte reacción contra
los valores democráticos de la libertad y autonomía individual, y gobernantes
decididos a mantener el orden por la fuerza.Sergei
Guriev[v], realizó un análisis del
populismo en el gobierno polaco y encuentra lo que llama las lecciones del
populismo, en ese país.
·
Rechazo al
neoliberalismo.
·
Restablecimiento
del “orden”.
·
Dictadura
electoral.
·
El poder da la
razón y las noticias falsas, gana el más
despiadado y con menos escrúpulos.
·
El nacionalismo
no ha muerto.
Nacional populismo en América Latina
El populismo,
mal endémico de América Latina, permite al dirigente arengar al pueblo contra
el “no pueblo”, se muestra como un iluminado y anuncia el amanecer de la
historia, promete el cielo en la tierra. Cuando llega al poder, micrófono en
mano, decreta la verdad oficial, desquicia la economía, azuza el odio de
clases, mantiene a las masas en continua movilización, desdeña los parlamentos,
manipula las elecciones, recorta las libertades, sostiene Enrique Krauze.
Desde 2009 escribí un artículo en la Revista Nueva Política[vi]
de la cual fui fundador y co-editor, precisamente titulado La era del nacional-populismo Latinoamericano, en el que muestro la
secuencia diez pasos para la concentración
de poder en forma autoritaria que había
iniciado Fujimori en Perú, y que luego fue seguido y perfeccionado por Chávez
en Venezuela, quien dejó marcados
los pasos de un camino que
intentaron replicar Correa en Ecuador,
Evo Morales en Bolivia, Ortega en Nicaragua, entre otros.
Kaiser y Alvarez[vii]
en una investigación sobre la mentalidad populista identificaron cinco
desviaciones que permiten explicar la manipulación populista:
• Desprecio por la libertad individual y una correspondiente idolatría
por el Estado.
• Complejo de víctima, o que todos nuestros males son culpa de otros, no
de la propia incapacidad.
• Paranoia “antineoliberal”, o que el neoliberalismo y todo lo
relacionado con el libre mercado es el origen último de la miseria.
• Pretensión democrática con la que se viste el populismo para darle
legitimidad a su concentración de poder.
• Obsesión igualitarista, como pretexto para aumentar el poder del Estado,
y así enriquecer al grupo político en el poder, en perjuicio de la población y
en beneficio de los amigos del populista, elevando los niveles de corrupción.
Como se
observa, para Kaiser/Alvarez el populismo es una enfermedad mental, igual que
el nacionalismo lo es para Einstein, que se caracteriza por las desviaciones
indicadas. Los elementos fundamentales que lo componen:
• Fomenta el odio en la
sociedad, dividiéndola entre buenos y malos.
• Elimina la libertad
económica anulando lo máximo posible el derecho de cada individuo de gozar del
fruto de su trabajo.
• Un desprecio total por la
libertad y las instituciones que la resguardan.
En
conclusión, como propone Carlos J. Sarmiento de la Asociación Integral de políticas
Públicas[viii]
es posible determinar si se encuentra frente a un gobierno populista y que,
quien lo dirige, es un populista.
Es fácil detectarlos cuando las políticas y
comunicaciones del gobierno provocan que:- Crece
el odio entre los ciudadanos al punto de crear divisiones y polarizaciones en
la sociedad.- La
libertad económica ha sido restringida o está en proceso de restricción, hay
una limitación o control en el derecho al uso de sus bienes, y se persigue
empresas no afines al gobierno, y - Hay
un desprecio por la libertad, y un proceso de destrucción de las instituciones.
El nuevo orden
Ahora bien, es
cierto que las fuerzas impulsoras del populismo no van a desaparecer, en
especial por el bajo rendimiento económico, la desilusión con la corrupción y
las insatisfacciones con el desempeño del gobierno.Por lo
tanto, la mitigación de la amenaza del populismo nacionalista, autoritario, y
de origen electoral, requiere de vigilancia y coordinación entre amplios
sectores de las sociedades en riesgo.
Lo primero
es identificar las tácticas y el enfoque de los dirigentes populistas, y el
peligro que entrañan, para ponerlos en evidencia. Además, aliarse con sectores
clave para contrarrestarlos y, por último, comprometerse a realizar Activismo Democrático.
Para esto último es importante conocer la obra de Benjamin Barber[ix]
sobre el poder de la gente para cambiar el mundo, mediante su manual para la
revolución democrática De la dictadura a
la Democracia, que debería ser conocido por todos aquellos que piensan que
pueden tomar en sus manos la opción de dejar de ser súbditos y convertirse en ciudadanos
activos.
Al fin, Alvin
Toffler desde hace más de veinte años anunciaba la fuerte pugna que habría
entre los defensores de la vieja ola industrial y el impulso de la sociedad del
conocimiento. Usted, sigue a los primeros o toma opción por una nueva sociedad,
no hay salida por ahora.
A pesar de
las dificultades que se vienen y de lo nacional populistas que se van a
atravesar de manera radical y agresiva, la sociedad del conocimiento, la
sociedad del siglo 21, no se puede tapar como el sol con un dedo. Esta nueva
realidad es irreversible, por lo que esta etapa del resurgir del nacional-populismo
será como una tormenta de madrugada mientras amanece y, como se dice en
lenguaje popular, no pasarán de ser pataleadas de ahogado.
El
Estado-nación hace agua y sus dirigentes serán arrastrados por la tormenta. Son al menos
seis claves para identificar la imposibilidad de estancarse o regresar, en un
mundo que ahora:
- Es mayoritariamente urbano.
- Está interconectado y con nuevas
tecnologías al acceso de casi todos.
- Es globalizado y con auge en lo local.
- Por primera vez en la historia, más
de una tercera parte de la población es clase media.
- Por primera vez la mujer emerge,
participa y tiene acceso a todas las áreas de la sociedad.
- Por primera vez, en la mayoría de
países, los ciudadanos tienen derecho, de alguna manera, a intervenir en la
escogencia de sus gobernantes mediante el voto, a pesar de las deficiencias en
materia de Integridad Electoral.
Estos son
hechos clave, irrefutables e irreversibles, que hacen de esta una sociedad
abierta, como la llamara Popper.
Los
gobiernos nacionales son costosos, dilapidadores, corruptos, ineficientes. Son
incapaces de resolver los problemas locales y menos, los globales. Los presidentes,
más los populistas, ya no representan la sociedad, se toman el poder para hacer
lo que les viene en gana, y se les pasa el tiempo cazando pleitos sin la más
mínima capacidad ni el propósito de
resolver los problemas reales y estructurales de la sociedad, sino montando
cortinas de humo en torno de enemigos externos o internos a los que hay que
acabar.
En la era
postnacional, lo que se abre espacio es el manejo de lo público desde el mundo
urbano. Benjamin Barber[x]
en su obra Si los alcaldes gobernaran el
mundo propone una federación global de alcaldes y, de hecho, en Londres se
acaba de constituir el Parlamento Global de Alcaldes, que aspira a convertirse
en un auténtico poder global.
Los alcaldes gestionan y deben resolver los
problemas reales de la mayoría de la población, aunque a veces, sino, casi
siempre se ven limitados y constreñidos por los inútiles, incapaces y corruptos
gobiernos nacionales.
La pregunta
entonces es, si usted se va a quedar y defender la vieja sociedad jerarquizada,
excluyente, corrupta y autoritaria, o abre un poquito su mente a la opción de
construir una sociedad abierta, democrática, plana, en convivencia.
En la teoría
de gestión de la incertidumbre solo aparecen tres caminos o posturas
estratégicas: configurar el futuro; adaptarse o acomodarse al futuro; o reservarse el derecho a participar, es
decir, hacerse el tonto, en una actitud cínica, y esperar que la borrasca pase
por el lado, confiando que no le va a afectar. Defínase y actúe en
consecuencia.
Referencias
Sigue el
auge de actores no estatales en mundo sin control en problemas como la
proliferación nuclear, flujos migratorios desbordados, colapsos de Estados y
democracias autoritarias.
Bobbio, ha sostenido que la democracia representativa generó promesas que ha incumplido pues, en vez de acercar el pueblo al poder y el poder al pueblo, ha producido una enorme desconfianza en los políticos, pues las sociedades modernas son cada vez más pluralistas, en las que aparecen muchos intereses que compiten por ser representados, sin que exista voluntad general que ningún político pueda representar, de una parte, y que en democracia representativa no existe un mandato vinculante que obligue al representante elegido a actuar de una manera determinada.
Una vez en su cargo, el político es libre de decidir por sí solo en qué consiste el bien de la sociedad y qué políticas pueden promoverlo. Adicionalmente, las nuevas tecnologías han aumentado la velocidad con la que los ciudadanos transmiten sus diversas demandas ante lo cual los políticos y gobernantes aparecen como incapaces e ineptos.Recientes estudios de las Universidad de Harvard[i] y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT[ii], muestran que, como reacción a la pérdida de soberanía y autonomía de los Estados Nación, están surgiendo una serie de políticos y gobernantes que hacen campañas populistas de corte nacionalista – independiente de que se muestren como de izquierda o derecha-, afirmando que van a controlar el desorden y devolver a la nación su brillo y poderío.
Para ello, desprecian y desbordan las instituciones, concentran el poder, son intolerantes con la oposición y con los medios de comunicación, desprecian el papel de los expertos, se vuelven intransigentes con otros gobernantes y manejan las relaciones internacionales de modo bastante personalista, entre otros aspectos, algunos de los cuales, si no todos los hemos visto recientemente en América Latina entre los gobernantes del llamado Socialismo Siglo Veintiuno.
Hay otro grupo de analistas, autores e investigadores que ven la posibilidad de un mundo cada vez más convulsionado durante los próximos diez a veinte años.
El
peligroso resurgir del nacionalismo hace recordar los funestos excesos nacionalistas
del siglo pasado, que entre el nazismo el fascismo y otras formas, representó
alrededor de 300 millones de muertos. Albert Einstein afirmó que “El
nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”.
Sin embargo,
de alguna manera tranquilizan los importantes cambios de la nueva era, pues hoy
hay una sociedad civil fuerte, una clase media deliberante y una capacidad de
comunicarse, conectarse y actuar, como no lo había a mitad del siglo 20, que
podrían ponerle freno y control a los desvaríos nacionalistas, populistas y
autocráticos que están tomando vuelo.
Paso a desarrollar y profundizar un poco más el tema, confiando que sea un aporte y sirva para entender cómo se está moviendo la política a nivel global, como por ejemplo percibir algunos aspectos de afinidad entre Putin y Trump, e incluso cavilar sobre posturas estratégicas consecuentes.
Hora gris para la democracia
Las crisis económicas
cada vez más complejas, un malestar contra la globalización en aumento, el
desafío de las olas migratorias, las élites desacreditas, la creciente
corrupción e incompetencia en el poder, entre otras, están estimulando fuerte
tendencia de apoyo popular a partidos y dirigentes que venden la idea de ser
capaces de contener el cambio. Partidos populistas de Europa controlan los
parlamentos en Suiza, Grecia, Italia, Polonia, Eslovaquia y Hungría, y hacen
parte, mediante alianzas, de gobiernos en Noruega, Finlandia y Lituania. El
presidente de Filipinas maneja una agenda populista nacionalista y, Trump
resultó electo en Estados Unidos con su propuesta de hacer grande a América
otra vez.
Los populismos de cualquier color o tendencia política, exaltan la importancia de una autoridad fuerte y decisiva, tienen enorme desdén por las instituciones. Por ejemplo, Evo Morales, en Bolivia, reclamaba públicamente forma airada que los abogados que tenía de asesores no eran para que le dijeran que no se podía hacer algo, sino para que se inventaran la forma de lograrlo.
Ejemplos de esas exageraciones, abusos de poder y maltrato los opositores han avanzado sin condenas de la comunidad internacional. Casos como Hugo Chávez en Venezuela, Putin en Rusia y Erdogan en Turquía, llegaron por la vía electoral apalancados en un descontento generalizado, y una vez en poder, han socavado las instituciones, arrinconado a la oposición y erosionado puestos claves del poder en la justicia, seguridad, las fuerzas de policía y militares, por vía de “incentivos” controlan a los sectores productivos y persiguiendo a los opositores y, han sometido a los medios de comunicación aplicando censura; en general, han desmantelado la ley y las costumbres democráticas.
En esas condiciones terminan eliminando la política como espacio de la deliberación, y reduciéndola a una maniquea polarización en que se privilegia el paradigma amigo/enemigo y en “el que no está conmigo está contra mí”, facilitando el ejercicio del poder bajo el paradigma propuesto por Perón “para mis amigos todo, para mis enemigos ni justicia”, que luego fue matizado en la expresión de los dictadores latinoamericanos de los setentas y ochentas que afirmaban olímpicamente “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”
Entre 1946 y 1999, el 64% de las democracias fracasó por insurgencias golpistas. Según varios analistas como, Andrea Kendall-Taylor, Erica Frantz y Joseph Wright, de la prestigiosa revista Foreign Affairs, sostienen que, de seguir esta tendencia, el autoritarismo populista será el nuevo combustible para las autocracias, en tanto que los opositores actúan fragmentariamente.Entre 2000 y 2010, la proporción de autócratas aumentó al 75%, a lo que el prestigioso profesor de Stanford, Larry Diamond, llama un auténtico déficit democrático.
La mayoría de veces llegaron con apoyo de un partido y se hicieron muy eficaces en aplastar a los adversarios. Igual que en Rusia, Turquía y Venezuela, habían hecho Perón en Argentina, Fujimori en Perú, Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia y Correa en Ecuador, al igual ahora hacen gobiernos autocráticos en Hungría Viktor Orban, y Jaroslaw Kaczynski en Polonia, entre otros.Un estudio de la Universidad Penn-State, en Pensilvania, Estados Unidos, ha concluido que las nuevas democracias apenas se consolidan entre 17 y 20 años después de establecidas, lo que explica el auge populista en los países ex Cortina de Hierro y la ola populista posterior al establecimiento de democracias luego de la era golpista en América Latina.
Otro estudio, publicado por el Foro Económico Mundial, muestra cifras preocupantes donde se indica que los jóvenes en los países desarrollados no creen en la democracia. Se ha vuelto una tendencia sostenida a la baja en las instituciones democráticas y los gobernantes en Suiza, Australia, Holanda, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Gran Bretaña[iii].
Se podría encontrar explicación para ello, en el concepto Post-verdad en boga desde hace diez años, que explica cómo los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal.
Así, le creen más a los cuentos y las opiniones que a los hechos.Si a esto se suman las redes sociales, se ha generado una explosión mundial que amenaza con reescribir las reglas de cómo se toman decisiones en política. Toffler decía que hay unas generaciones para escribir las reglas y otras para seguirlas.
Se ha creado una avalancha que alimenta la idea de que el mundo se volvió loco. Basta con un ‘tweet’, una foto adulterada, una afirmación en Facebook, o un documento falso que circule en las redes, para que los inventos se conviertan en hechos. Ya no es posible saber qué creer, ni a quién.
La soberanía del Estado-nación se desvanece, pues la incompetencia estimula el miedo a perder beneficios. Richard Haas en su libro Un mundo en desorden, propone un “orden mundial 2.0” que actualice las normas en relación con la soberanía y la definición de una gran potencia, que controle los derechos soberanos y las obligaciones del Estado con menor intervencionismo, a lo que llama una forma multilateralismo pragmático. Al fin y al cabo, como dice el refranero popular, pareciera pensar que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
Lo que
parece tranquilizador es que a mitad del siglo pasado no había esa fuerte clase
media global, interconectada y participante, que debería servir de muro de
contención a los desvaríos y extremos nacionalistas que puedan surgir.Y claro, los políticos para demostrar a los electores que ellos no
están en deuda con intereses de los poderosos inventan fórmulas populistas que
terminan reduciendo el bienestar económico general, aunque los votantes
racionales, que tratan de escoger un mal menor, optan por ellas porque son el
precio de distinguir entre diferentes tipos de políticos.
Los estudios de Harvard afirman que "una vez que los líderes dejan de ser necesariamente honestos, es posible que valga la pena contratar a los que son incompetentes".Populistas de derecha y de izquierda, arremeten en contra de la globalización y del estancamiento de los ingresos de la clase media. El exministro de justicia del Reino Unido, Michael Grove, en medio del debate sobre el Brexit, afirmó que los ciudadanos británicos estaban hartos de los expertos".
Todo esto viene ocurriendo a pesar del hecho irrefutable que, la democracia representativa moderna ha representado en el mundo mayor libertad personal y prosperidad material que en cualquier otro momento de su historia.
Los nuevos dictadores
Actualmente los populistas, nacionalistas y autoritarios como Putin son omnipresentes por los medios, como lo hace el gobernante ruso sobre los temas de Siria y Ucrania. Igual que lo hizo Chávez en Venezuela durante trece años.
Actualmente los populistas, nacionalistas y autoritarios como Putin son omnipresentes por los medios, como lo hace el gobernante ruso sobre los temas de Siria y Ucrania. Igual que lo hizo Chávez en Venezuela durante trece años.
En Turquía, Erdogan tras el fallido golpe, realiza una purga extrema y controla las informaciones oficiales hasta que se vuelven verdad, la post-verdad.En China llaman a Xi Jinping “el presidente de todo” por una acumulación de poder superior a cualquier otro gobernante después de Mao Zedong, pues ha eliminado la dirección colectiva del Estado. Hay gobiernos altamente personalizados como en Bangladesh, Ecuador, Bolivia, Hungría y Polonia.Como ya se dijo, hay un aumento creciente del personalismo en el mundo.
En 1988 los regímenes personalistas representaban el 23% de todas las dictaduras, hoy el 40% de las autocracias están gobernadas por dictadores, como explican Andrea Kendall-Taylor y otros. Gobernantes infames y excéntricos dirigieron Libia como Muanmmar Gadaafi, y Mobutu de Zaire.Después de la segunda Guerra Mundial la mayoría de dictaduras fueron dirigidas por partidos fuertes y centralizados como el Partido Revolucionario Institucional PRI, en México o las juntas militares en América Latina en los años 1970 y 1980. Pero esta situación ha cambiado y ahora el autoritarismo es ejercido de modo personalista y populista, a partir de un origen electoral.
El estudio de Penn-State afirma que las dictaduras personalistas tienden a producir los peores resultados de cualquier tipo de régimen político, desarrollan políticas exteriores arriesgadas y agresivas, tienen mayor propensión al armamentismo y armas nucleares, luchan guerras contra la democracia, y son más proclives a iniciar conflictos interestatales, como Saddamm Hussein en Irak, Idi Amin en Uganda, Kim Jung-un en Corea del Norte.Son dados a la expedición de políticas volátiles y erráticas como Putin, Chávez, Maduro, y estimulan y atizan la idea de un sospechoso enemigo externo como Estados Unidos, para movilizar el apoyo público.Son, además, socios difíciles e impredecibles, pues por las restricciones que imponen a la toma de decisiones, tienen a cambiar de opinión por capricho.
En Rusia aumenta el personalismo y la agresión. Tienen estricto control de los medios de modo que manejan la narrativa oficial de los eventos extranjeros, aplican la eliminación de la competencia y establecen una mínima rendición de cuentas en sus acciones de política exterior. En China hay las mismas tendencias. Una postura cada vez más agresiva de Xi sobre el Mar del Sur de China.Los regímenes personalistas son los más corruptos y menos propensos a la democracia, detestan los medios independientes, y a los opositores.
Dependen de la repartición de incentivos financieros a empresarios y políticos para mantenerse en el poder, de clientelistas, se vuelven descaradamente corruptos e, incluso, no tienen recato en aliarse con sectores mafiosos.Marcos en Filipinas y Mobutu se robaron 5 billones en el poder. En Nicaragua, se estima que Arnoldo Alemán se gastó arbitrariamente y se robó más de 2 mil millones de dólares, casi un tercio del PIB, mientras que la familia de Ortega se enriqueció manejando el dinero del petróleo que Chávez le regalaba y, que ahora último, con un legislativo venal, lo convirtieron en deuda pública del Estado Nicaragüense.
El aumento de la agitación mundial y las previsiones de inseguridad política y el terrorismo, sugieren que el mundo se vuelva más turbulento en los próximos 10 a 20 años, según el informe de Foreign Affairs[iv], con grave aumento de niveles de violencia, la desigualdad económica y la polarización, lo que estimularán más gobiernos personalistas, con una fuerte reacción contra los valores democráticos de la libertad y autonomía individual, y gobernantes decididos a mantener el orden por la fuerza.Sergei Guriev[v], realizó un análisis del populismo en el gobierno polaco y encuentra lo que llama las lecciones del populismo, en ese país.
· Rechazo al neoliberalismo.
· Restablecimiento del “orden”.
· Dictadura electoral.
·
El poder da la
razón y las noticias falsas, gana el más
despiadado y con menos escrúpulos.
·
El nacionalismo
no ha muerto.
Nacional populismo en América Latina
El populismo, mal endémico de América Latina, permite al dirigente arengar al pueblo contra el “no pueblo”, se muestra como un iluminado y anuncia el amanecer de la historia, promete el cielo en la tierra. Cuando llega al poder, micrófono en mano, decreta la verdad oficial, desquicia la economía, azuza el odio de clases, mantiene a las masas en continua movilización, desdeña los parlamentos, manipula las elecciones, recorta las libertades, sostiene Enrique Krauze.
Desde 2009 escribí un artículo en la Revista Nueva Política[vi] de la cual fui fundador y co-editor, precisamente titulado La era del nacional-populismo Latinoamericano, en el que muestro la secuencia diez pasos para la concentración de poder en forma autoritaria que había iniciado Fujimori en Perú, y que luego fue seguido y perfeccionado por Chávez en Venezuela, quien dejó marcados los pasos de un camino que intentaron replicar Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Ortega en Nicaragua, entre otros.
Kaiser y Alvarez[vii] en una investigación sobre la mentalidad populista identificaron cinco desviaciones que permiten explicar la manipulación populista:
• Desprecio por la libertad individual y una correspondiente idolatría por el Estado.
• Complejo de víctima, o que todos nuestros males son culpa de otros, no de la propia incapacidad.
• Paranoia “antineoliberal”, o que el neoliberalismo y todo lo relacionado con el libre mercado es el origen último de la miseria.
• Pretensión democrática con la que se viste el populismo para darle legitimidad a su concentración de poder.
• Obsesión igualitarista, como pretexto para aumentar el poder del Estado, y así enriquecer al grupo político en el poder, en perjuicio de la población y en beneficio de los amigos del populista, elevando los niveles de corrupción.
Como se observa, para Kaiser/Alvarez el populismo es una enfermedad mental, igual que el nacionalismo lo es para Einstein, que se caracteriza por las desviaciones indicadas. Los elementos fundamentales que lo componen:
• Fomenta el odio en la sociedad, dividiéndola entre buenos y malos.
• Elimina la libertad económica anulando lo máximo posible el derecho de cada individuo de gozar del fruto de su trabajo.
• Un desprecio total por la libertad y las instituciones que la resguardan.
En conclusión, como propone Carlos J. Sarmiento de la Asociación Integral de políticas Públicas[viii] es posible determinar si se encuentra frente a un gobierno populista y que, quien lo dirige, es un populista.
Es fácil detectarlos cuando las políticas y comunicaciones del gobierno provocan que:- Crece el odio entre los ciudadanos al punto de crear divisiones y polarizaciones en la sociedad.- La libertad económica ha sido restringida o está en proceso de restricción, hay una limitación o control en el derecho al uso de sus bienes, y se persigue empresas no afines al gobierno, y - Hay un desprecio por la libertad, y un proceso de destrucción de las instituciones.
El nuevo orden
Ahora bien, es cierto que las fuerzas impulsoras del populismo no van a desaparecer, en especial por el bajo rendimiento económico, la desilusión con la corrupción y las insatisfacciones con el desempeño del gobierno.Por lo tanto, la mitigación de la amenaza del populismo nacionalista, autoritario, y de origen electoral, requiere de vigilancia y coordinación entre amplios sectores de las sociedades en riesgo.
Lo primero es identificar las tácticas y el enfoque de los dirigentes populistas, y el peligro que entrañan, para ponerlos en evidencia. Además, aliarse con sectores clave para contrarrestarlos y, por último, comprometerse a realizar Activismo Democrático.
Para esto último es importante conocer la obra de Benjamin Barber[ix] sobre el poder de la gente para cambiar el mundo, mediante su manual para la revolución democrática De la dictadura a la Democracia, que debería ser conocido por todos aquellos que piensan que pueden tomar en sus manos la opción de dejar de ser súbditos y convertirse en ciudadanos activos.
Al fin, Alvin Toffler desde hace más de veinte años anunciaba la fuerte pugna que habría entre los defensores de la vieja ola industrial y el impulso de la sociedad del conocimiento. Usted, sigue a los primeros o toma opción por una nueva sociedad, no hay salida por ahora.
A pesar de las dificultades que se vienen y de lo nacional populistas que se van a atravesar de manera radical y agresiva, la sociedad del conocimiento, la sociedad del siglo 21, no se puede tapar como el sol con un dedo. Esta nueva realidad es irreversible, por lo que esta etapa del resurgir del nacional-populismo será como una tormenta de madrugada mientras amanece y, como se dice en lenguaje popular, no pasarán de ser pataleadas de ahogado.
El Estado-nación hace agua y sus dirigentes serán arrastrados por la tormenta. Son al menos seis claves para identificar la imposibilidad de estancarse o regresar, en un mundo que ahora:
- Es mayoritariamente urbano.
- Está interconectado y con nuevas tecnologías al acceso de casi todos.
- Es globalizado y con auge en lo local.
- Por primera vez en la historia, más de una tercera parte de la población es clase media.
- Por primera vez la mujer emerge, participa y tiene acceso a todas las áreas de la sociedad.
- Por primera vez, en la mayoría de países, los ciudadanos tienen derecho, de alguna manera, a intervenir en la escogencia de sus gobernantes mediante el voto, a pesar de las deficiencias en materia de Integridad Electoral.
Estos son hechos clave, irrefutables e irreversibles, que hacen de esta una sociedad abierta, como la llamara Popper.
Los gobiernos nacionales son costosos, dilapidadores, corruptos, ineficientes. Son incapaces de resolver los problemas locales y menos, los globales. Los presidentes, más los populistas, ya no representan la sociedad, se toman el poder para hacer lo que les viene en gana, y se les pasa el tiempo cazando pleitos sin la más mínima capacidad ni el propósito de resolver los problemas reales y estructurales de la sociedad, sino montando cortinas de humo en torno de enemigos externos o internos a los que hay que acabar.
En la era postnacional, lo que se abre espacio es el manejo de lo público desde el mundo urbano. Benjamin Barber[x] en su obra Si los alcaldes gobernaran el mundo propone una federación global de alcaldes y, de hecho, en Londres se acaba de constituir el Parlamento Global de Alcaldes, que aspira a convertirse en un auténtico poder global.
Los alcaldes gestionan y deben resolver los problemas reales de la mayoría de la población, aunque a veces, sino, casi siempre se ven limitados y constreñidos por los inútiles, incapaces y corruptos gobiernos nacionales.
La pregunta entonces es, si usted se va a quedar y defender la vieja sociedad jerarquizada, excluyente, corrupta y autoritaria, o abre un poquito su mente a la opción de construir una sociedad abierta, democrática, plana, en convivencia.
En la teoría
de gestión de la incertidumbre solo aparecen tres caminos o posturas
estratégicas: configurar el futuro; adaptarse o acomodarse al futuro; o reservarse el derecho a participar, es
decir, hacerse el tonto, en una actitud cínica, y esperar que la borrasca pase
por el lado, confiando que no le va a afectar. Defínase y actúe en
consecuencia.
Referencias
[iv] www. polisci.la.psu.edu
[x] https://youtu.be/P-lBlZ3hqKc?list=PL350D76598C92916C
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[iv] www. polisci.la.psu.edu
[x] https://youtu.be/P-lBlZ3hqKc?list=PL350D76598C92916C
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